No es nuevo que el cine de horror use la pérdida y el luto dentro de una familia como principal recurso narrativo para desarrollar numerosas historias. Después de todo, hay un sinfín de maneras creativas para sacarle la vuelta al tropo de los “asuntos pendientes”. Los creativos detrás de la película Gemelo siniestro, sin duda, saben esto. Por ello, entregan una obra que no obedece a las convenciones de lo sobrenatural, entregando un proyecto que resulta sorpresivo, desafiando cualquier expectativa.
Para crear este relato laberíntico, el director, Taneli Mustonen, y su coguionista, Aleksi Hyvärinen, nos ponen al centro de un trágico accidente automovilístico en el que muere Nathan (Tristan Ruggeri), el hijo de Rachel (Teresa Palmer) y Anthony (Steven Cree). Para llevar su proceso de duelo, la pareja toma la decisión de mudarse a Finlandia junto a su hijo Elliot, el gemelo del niño muerto. Pero una vez instalados ahí, empiezan a suceder cosas raras, por lo que Elliot se convence con más fuerza de que su hermano está con ellos en la nueva casa. Para cerciorarse de que, en efecto, el pequeño fallecido los quiere contactar, Rachel comienza a buscar respuestas.
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Lo primero que hay que destacar del filme es su naturalidad. Nada se exagera ni se lleva a terrenos de melodrama. Quizá por eso es más sencillo conectar con el sentir de la familia principal. Hyvärinen y Mustonen llenan de capas la propuesta, por lo que habrá momentos en los que, pese a su traumática experiencia, los protagonistas compartirán momentos de felicidad, y también situaciones en las que se mostrarán dubitativos con respecto a sus acciones. Aquí, nada es lo que parece.
Aunque el aura espeluznante está siempre presente, hay momentos en los que parece que nada malo puede pasar. Se dan detalles que nos recuerdan que existe algo inquietante, pero dicho recordatorio es tan sutil que depende poco de ruidos estruendosos o impactos fuertes para sacarle sustos al público.
Crítica de la película Gemelo siniestro
En cambio, para mantener a la audiencia pendiendo de un hilo se recurre a las locaciones y las actuaciones. Teresa Palmer se entrega a su papel con intensidad, demostrando una vez más –después de su interpretación en Cuando las luces se apagan (2016)– que puede adaptarse a todo tipo de horror. No sólo es impactante su transformación física, sino también la manera en que transmite su sentimiento de zozobra. De mirada hipnotizante, es la clave para engancharnos en todo lo que sucede. Destaca también la actuación de Barbara Marten como Helen, la vecina de Rachel, Anthony y Elliot. Su presencia es por demás escalofriante e imponente.
Situar los eventos en un pueblo de Finlandia que nunca es nombrado es otro acierto. La majestuosidad de los paisajes nevados y la frialdad de la paleta de colores son impactantes visualmente –gracias al trabajo del fotógrafo Daniel Lindholm–, pero de cierto modo ayudan a crear una sensación de alienación, como si estuviésemos atrapados en el pasado.
Así, de manera contenida y modesta, la película Gemelo siniestro ofrece un horror que no sucumbe a las obviedades. Ésta es una propuesta que no se recarga en el efecto complicado o en el intrincado diseño de producción. Basta tener potente talento histriónico, imágenes perturbadoras y, lo más importante, una melancolía omnipresente. A veces, cuando se pierde a alguien, es como alejarse de todo y de todos. De pronto, nuestro mundo explota. Cuando alguien a quien amabas ya no está, nada es lo que parece.
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