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Mal de ojo – Crítica de la película mexicana

Paola Miguel asustada por la bruja de Mal de ojo

Si habría que nombrar al actual maestro mexicano del horror, uno de los grandes candidatos sería Isaac Ezban. El cineasta oriundo de la Ciudad de México debutó en la pantalla grande con El incidente (2014) y Los parecidos (2015). En ambas películas utilizó la ciencia ficción y tintes terroríficos para plantear metáforas sobre el paso del tiempo y sobre el miedo a perder la identidad, respectivamente. Ahora, Ezban toma distancia de la ciencia ficción, para concebir Mal de ojo, su primera película de terror puro.

Mal de ojo se cuela como una interesante y valiosa producción nacional de terror que dejará satisfechos incluso a los más escépticos del cine de género mexicano contemporáneo. La película no tiene miedo a usar los tópicos más conocidos del género y sumar el folclor latinoamericano para ejecutar un coming of age donde lo fantástico y lo terrorífico se entrelazan para envolver a sus protagonistas en una historia sobrenatural donde los secretos de familia, la brujería y las criaturas mitológicas abundan.  

Las brujas de la película de terror mexicana Mal de ojo

La película narra la historia de Nala, una niña de 13 años citadina, quien debe viajar con su familia a la casa de campo de su abuela materna. Todo para tratar de encontrar una cura para la extraña enfermedad de su hermana pequeña. En el lugar, Nala y su hermana descubren una siniestra leyenda sobre brujas. Y mientras más conoce Nala sobre estos seres malignos, más se convence de que su abuela Josefa no es lo que parece.

A decir verdad, los primeros minutos de Mal de ojo podrían parecer demasiado inverosímiles y acompañados de una secuencia de apertura muy familiar a otras cintas: planos generales de carreteras boscosas, mientras la cámara sigue el recorrido de un vehículo en plano cenital. Sin olvidar la música aterradora y misteriosa de fondo. Nada espectacular.

Sin embargo, algo que ha caracterizado a Isaac Ezban es su cuidadosa creación de atmósferas. Aquello le ha permitido, a lo largo de su filmografía, narrar a cuentagotas y mantener al público expectante para envolverlo en historias cuyo clímax apuntan hacia una gran revelación (plot twist) y un montaje acelerado. Y Mal de ojo no es la excepción. Un elemento que, sin temor a equivocarnos, recuerda al estilo narrativo de Rod Serling en La dimensión desconocida. Y por eso funciona.

Nala y la abuela Josefa en la casa de Mal de ojo

El cineasta mexicano también logra construir un atractivo universo femenino sumergido en la oscuridad. Por un lado, tenemos a la debutante actriz Paola Miguel, quien hace un modesto trabajo actoral. A través de ella vamos descubriendo los secretos de familia que, poco a poco, la arrastran en una agonía llena de pesadillas. Males encausados por su abuela Josefa que la ponen al límite de la niñez y la adultez para perder su inocencia de la forma más siniestra posible.

Y es el personaje de la abuela (cuyo estereotipo siempre ha sido dulce y benevolente) el que se luce como el punto más álgido de la película. La respuesta a tan positiva afirmación es obvia: Ofelia Medina (La leyenda de la Nahuala). La veterana actriz brilla, por donde se le mire, con su papel protagónico/antagónico. Cada poro de su arco dramático exhala maldad. Una maldad que, de hecho, producirá “ñañaras” entre el público.

Durante una charla con Cine PREMIERE, Isaac Ezban nos había revelado que su intención era construir una de las más grandes antagonistas de la historia del cine. Aunque en estos momentos, el cineasta pudiese sonar demasiado ambicioso, quizás el paso del tiempo le brinde a Ofelia Medina el título de una de las mejores villanas del cine de terror mexicano. “Ay mamita”.

Ofelia Medina como la abuela Josefa en Mal de ojo

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¿Y qué sería de una película de terror sin el arquetipo de la casa embrujada? Aunque ya mencionamos que Mal de ojo se rige mayoritariamente por atmósferas, el diseño de producción también juega a su favor. La casa de la abuela Josefa se suma como un malévolo personaje donde cada rincón despide podredumbres de maldad. Una morada donde la sensación de seguridad no existe.

El maquillaje y los efectos especiales también colocan a Mal de ojo en los terrenos de lo fantástico y sobrenatural. Gracias al trabajo de Roberto Ortiz (Apocalypto; Roma; Sin origen; Karem, la posesión), la cinta nos abre el umbral de la imaginación para acechar nuestros ojos con diabólicas brujas y criaturas mitológicas latinoamericanas (Bacá) capaces de brindar abundancia y prosperidad, pero a un precio muy alto.

Por otro lado, Mal de ojo adolece de varios defectos: actuaciones desiguales, diálogos simples y un abuso de filtro azul y amarillo muy marcado. No obstante, estos tropiezos no merman la experiencia de disfrutar una auténtica película de terror folclórica mexicana.

Mal de ojo es una muestra del potencial que puede tener el cine de terror en nuestro país. Y que podría consolidar a Isaac Ezban como un digno exponente del género. Sobre todo porque, además de cineasta, Ezban es un cinéfilo espectador que se ha inspirado en otros directores para crear su propia esencia y estilo en pantalla.

Por eso y, quizá, para los espectadores más empedernidos encuentren en Mal de ojo algunos referentes del cine de terror contemporáneo como El laberinto del fauno y El espinazo del diablo, de Guillermo del Toro; Hereditary de Ari Aster; The Witch, de Robert Eggers; Los otros, de Alejandro Amenábar y Dulces sueños, mamá.

Por ahí dice Jim Jarmusch “La autenticidad es invaluable; la originalidad es inexistente”. Y eso es algo que con Mal de ojo, Isaac Ezban ha sabido aplicar muy bien.

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