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Aftersun – Crítica de la película

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Probablemente haz escuchado de la película Aftersun desde la segunda mitad del 2022. Menciones acompañadas de elogios y de comentarios que adelantaban ya una cinta de visionado doloroso y emocional. Aunque los sentimientos generadas por un filme funcionan distinto para cada espectador, desde luego todas las descripciones pueden tomarse como ciertas. La ópera prima de Charlotte Wells es un viaje nostálgico hacia el pasado, pero también un crudo entendimiento de todo aquello que el ser humano no comprende hasta alcanzar la madurez.

La película nos invita a pasar algunos días vacacionales con Calum (Paul Mescal) de 31 años y su hija Sophie (Frankie Corio) de 11. Una dupla que decide realizar un viaje al extranjero con el motivo del cumpleaños de ambos, que sucede con tan sólo días de diferencia. Situada a finales de los noventa, la cinta es evidentemente autobiográfica y una confesión muy personal de su novel directora. Lo anterior no es impedimento para que el espectador conecte con la historia. De hecho, es tan universal, que por ello resulta efectiva.

Aftersun - Crítica de la película

Si bien Aftersun prescinde de un argumento explicativo, o de una trama convencional con inicio, desarrollo y final, su estilo semicontemplativo le viene bien a sus intenciones. Wells construye un recuerdo extraído de la subjetividad y la falsa memoria de una niña preadolescente. Su elocuente discurso audiovisual se apoya de una estética inspirada en los videocasettes y en las cámaras de video que fueron populares durante la década de los 90, antes de la fiebre digital.

La imagen ligeramente granulada y los fragmentos filmados con cámara de video, sin embargo, no resultan estridentes, ni son descaradamente usados para generar melancolía. Aftersun es el tipo de película que se expresa al espectador a través de las imágenes (como todo buen cine debe ser). Imágenes repletas de matices, detalles y pequeños momentos que son suficientes para articular los mensajes de su autor. Intenciones no son otras más que recordar -lo que parecen ser- las últimas vacaciones y momentos agradables vividos con un padre.

Los momentos que pasa Sophie en solitario, durante su estadía en un hotel familiar de lujo, hablan con fuerza de la madurez. La película se transforma en una especie de coming of age en donde ella se encuentra con las relaciones adolescentes; el primero beso; o el acercamiento con el alcohol. Y también con esa necesidad de dejar atrás la infancia.

Aftersun - Crítica de la película

En cambio, los momentos de Callum en solitario comunican una fuerte depresión a la llegada de los treinta y la consecuencia de los traumas de la infancia. Una angustia que se mantiene reprimida y que desaparece de forma intencional ante la presencia de Sophie. Aftersun no explica a detalle el origen de la depresión, pero no necesita hacerlo porque su punto no es aquel. Su punto es mostrar la dinámica entre un padre que sufre en silencio y una infante que aún no lo entiende. 

Las elecciones estéticas de Charlotte Wells son elocuentes porque comunican muchas cosas. Desde la época en la que se sitúa aquel «recuerdo», y porque son el vehículo mediante el cual, una Sophie adulta podrá mirar hacia el pasado y entender (o creer entender) aquello por lo que estaba pasando su padre. Una idealización rota por la realidad subyacente de que en ocasiones la vida no es del todo fácil para cada uno. 

Aftersun es un voltear al pasado diseñado con mucho cariño. Si la película resulta feliz, emotiva, melancólica, o profundamente triste, es porque habla con honestidad de todo aquello que recuerda. Los momentos clave entre ambos personajes están escritos en el guión de Wells, con reverencia y sin adornos. Así entre líneas se habla de la depresión; del trauma del divorcio; de los momentos dolorosos de la infancia; y de varias cuestiones que, en realidad, no son tan poco comunes para cualquiera que se acerque a verla. 

Aftersun - Crítica de la película

Sus imágenes son poéticas, porque están enclavadas con la intención de conseguir un aura de recuerdo. Las decisiones de cámara siempre resultan subjetivas, como la memoria de Sophie. Tampoco son espectaculares, porque se apegan a las cualidades técnicas que se podrían conseguir de una cámara de video en mano. Y a pesar de aquello, sus cuadros vibran en el espectador y se insertan en la memoria de todo aquel que conecte con la invitación vacacional de la película. 

La química entre Paul Mescal y Frankie Corio es quizás la fortuna más grande de la película. Resulta imposible que para el público no aflore algún recuerdo querido del pasado. Aftersun es una película tan exitosa porque consigue remover las emociones sin trucos mañosos, sin giros de trama exagerados y casi sin la utilización del drama. Su formato de anécdota y los pequeños detalles con los que está construída resultan mucho más efectivos que cualquier otro artificio. Al finalizar, uno solo quiere correr a abrazar a su padre.

Aftersun está disponible en MUBI.

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