Los dos primeras aventuras del Hombre Hormiga fueron particulares porque se desarrollaron dentro de su propio universo y en los contextos propios del personaje. Pero Ant-Man and the Wasp: Quantumania cambia por completo la dinámica para hacerle saber a la audiencia que se trata sólo de una sección de un rompecabezas más grande. Y es quizás allí en donde flaquea, pierde cierto encanto y revela una narrativa que necesita de otros filmes para poder sobrevivir.
No por ello deja de ser una aventura seductora. La nueva odisea de Lang y compañía es un viaje familiar al microcosmos. En su idea de introducirnos al reino cuántico, la trama de esta película es una oportunidad para presentarnos un nuevo mundo, sociedades extrañas que lo habitan y nuevos peligros. Quizá sea el acercamiento más puro que ha tenido Marvel al sci-fi más clásico; ése que huele como al John Carter de Edgar Rice Burroughs y por ende a las películas de Star Wars.
Sin embargo, el guion de Jeff Loveness pronto pierde aquella esencia tradicional y divertida que nos remonta a los códigos de la ciencia ficción. En cambio, decide continuar la agenda del universo cinematográfico de Marvel, para abordar el verdadero objetivo: presentar al personaje de Kang, el Conquistador.
Ant-Man and the Wasp: Quantumania inicia con un Scott Lang en plenitud. Ahora es el vengador favorito de varios (aunque lo confundan con Spider-Man). Escribió un libro en donde relata sus memorias como superhéroe. Pero lo más importante es que mantiene en estabilidad sus relaciones afectivas, tanto con su hija Cassie (Kathryn Newton), como con el amor de su vida Hope (Evangeline Lilly).
La familia se completa con Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer), quien se acostumbra a su nueva vida fuera del reino cuántico; y con Hank Pym (Michael Douglas), quien motiva a Cassie a perseguir su amor por la ciencia. Es justamente gracias a uno de sus proyectos para estudiar el reino cuántico, que ocurre un accidente que los succiona y los transporta a este nuevo plano desconocido para ellos.
No tan desconocido para Janet quien vivió atrapada en dicho lugar por treinta años y conoció (desató) una amenaza en potencia que busca escapar para conquistar todas las líneas temporales existentes. Así Kang, interpretado por Jonathan Majors, hace su debut en forma en el MCU. Aunque conocíamos una variante del personaje, gracias al capítulo final de la serie Loki, es aquí que somos testigos de la potencia del personaje; de su nivel de amenaza; y de lo que le depara a todos los vengadores en los futuros crossovers.
En ese sentido, Quantumania triunfa en su presentación del nuevo villano de la saga. No sólo el personaje de Kang es amenazante, sino que sus motivaciones y características son resueltas con gracia. La idea de un antagonista que conoce el final y el inicio del tiempo, se percibe como algo que está más allá de cualquier otra cosa que hayan enfrentando nuestros personajes.
Jonathan Majors es una figura imponente. Si bien el personaje y sus diálogos son acertados, su interpretación le brinda una dimensión todavía más aterradora. Su actuación estoica e impredecible, hace de cada escena con Kang un momento de verdadera tensión. Los fanáticos de los impresos originales estarán complacidos con la recreación de Kang en el live action.
No así lo estarán aquellos espectadores más exigentes. En aras de presentar al gran villano y de pavimentar el camino para las siguientes entregas de la saga del multiverso, la nueva aventura de Ant-Man pierde el carisma que caracterizó a sus dos entregas anteriores. Además de Kang, no existe mucho campo de acción para que el resto de sus personajes luzca, o al menos alcancen un arco narrativo distinto del que ya conocíamos.
De igual forma las intenciones de construir una aventura de ciencia ficción con nuevos mundos queda en segundo plano. El guion de Loveness desaprovecha la oportunidad de brindarle una personalidad única al proyecto y cae en la trampa de convertirlo únicamente en un puente necesario para otras películas del universo Marvel.
Aquella sensación es potenciada por la dirección desangelada -aunque funcional- de Peyton Reed. A decir verdad la historia cumple su objetivo de entretener a un público que busque una distracción en la pantalla grande. Pero en el proceso no escapa de los clichés, de las resoluciones fáciles y de los rumbos ya vistos en todo este tipo de filmes. Más que nunca se detecta que la fórmula establecida por Kevin Feige comienza a evaporarse y a perder sustancia.
A pesar del ligero dejo de decepción, Ant-Man and the Wasp: Quantumania, es una película al nivel de su género. Si bien ya no existe ese estilo encantador de espionaje a gran y pequeña escala; o esas narrativas de ladrones en misiones imposibles, al final es una aventura de superhéroes sólida que se vale de su buen humor, su gran despliegue audiovisual y el carisma de su elenco para salir indemne de la experiencia en una sala de cine.
Existen algunas secuencias que todavía nos recuerdan por qué nos gustan tanto este tipo de películas. Destellos de brillantez con conceptos como una lluvia de probabilidades; mundos dentro de mundos; el personaje de MODOK, ridículo desde su concepción en los cómics y aquí tratado con esa misma absurdez para generar las mejores escenas de humor; o un villano que de verdad sabe poner a prueba a nuestros héroes y elevar el riesgo.
Ant-Man and the Wasp: Quantumania es más de lo mismo, pero no se puede negar que lo sigue haciendo bien, aunque su público ya haya perdido la capacidad de asombro. Los fanáticos de Marvel estarán complacidos con dos escenas poscréditos que dan la sensación de que las cosas por fin de ponen en marcha. Pero aquellos que buscan algo innovador, o el giro tan esperado que necesitan los filmes de superhéroes, estarán ciertamente decepcionados.
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