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Belle: El metaverso de Mamoru Hosoda

Mamoru Hosoda Belle

El panorama contemporáneo de la animación no sería lo mismo sin las películas de Mamoru Hosoda. No obstante, el artífice de clásicos instantáneos como La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Los niños lobo (2012) o El niño y la bestia (2015) estuvo a punto de renunciar a esta industria en los albores de su carrera. Después de unirse a las filas de Toei Animation a principios de los años 90, un joven Hosoda se sentía completamente abrumado por las brutales condiciones laborales del medio. En aquel momento de incertidumbre, una película llegó para revitalizar su pasión por esta forma de expresión artística, y le motivó a continuar trabajando con el anhelo firme de realizar algún día una obra tan icónica como aquella pieza.

“Mi deseo de reinterpretar La bella y la bestia se remonta a 30 años atrás, cuando vi por primera vez la versión de Disney de 1991. Fue esta película la que me dio la fuerza y el coraje para continuar en la industria de la animación durante una época en que estaba contemplando en quedarme o abandonarla. Me tomó tres décadas, pero finalmente pude llegar hasta aquí: hacer mi versión de La bella y la bestia”, relata el cineasta nominado al Óscar en exclusiva a Cine PREMIERE.

Descrita por Hosoda como la película que siempre había querido crear, Belle (cuyo título original es Ryū to Sobakasu no Hime, que se traduce literalmente como El dragón y la princesa pecosa) es una culminación de todos sus trabajos anteriores. Una cinta que, fiel a su visión autoral, nace de profundas inquietudes personales y familiares; que da seguimiento a su exploración recurrente de los planos alternos a la realidad surgidos de la era digital; y que posee una ambiciosa producción asequible gracias al prestigio y conexiones que ha forjado con talentos de todo el mundo en una industria cada vez más globalizada.

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Una generación dividida entre dos realidades

Con un legado que se remonta hasta los manuscritos de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve y Jeanne-Marie Leprince de Beaumont del siglo XVIII, La Belle et la Bête es una de las historias más célebres dentro de la cultura pop, con incontables iteraciones en la literatura, el teatro, la televisión y el cine. De hecho, esta tampoco es la primera ocasión en que Mamoru Hosoda retoma conceptos específicos de este texto para su filmografía. El realizador estuvo cerca de dirigir una cinta con ciertos paralelismos con El increíble castillo vagabundo (2004); asimismo, él reconoce la influencia del cuento de hadas francés en el romance entre una mujer y un licántropo de Los niños lobo, mientras que El niño y la bestia fungió como una suerte de reinvención narrada por medio de la relación entre un padre y su hijo. Sin embargo, la reinterpretación para Belle sería más directa, consciente y puntual.

“Hay verdades muy humanas en La bella y la bestia”, reflexiona el director japonés (vía) acerca de la longevidad de esta premisa, “pero necesitan ser transformadas y actualizadas para adaptarse a las necesidades de la sociedad moderna”. La pregunta era: ¿cómo brindarle un giro fresco?

Si bien el argumento rinde tributo y cuenta con guiños directos a la joya animada de Disney, así como a la primera adaptación cinematográfica realizada por Jean Cocteau en 1946; el octavo largometraje de Hosoda es, ante todo, el capítulo más reciente de su aclamada crónica familiar. Como una trilogía no oficial, sus primeros trabajos originales fueron construidos sobre experiencias en primera persona: en Summer Wars (2009), el conocer al enorme linaje extendido de su futura esposa; en Los niños lobo, el deseo de iniciar una familia; y en El niño y la bestia, las ansiedades que le provocó la paternidad. Su obra nominada al Óscar, Mirai, mi pequeña hermana (2018), marcaría el próximo paso lógico en esta evolución narrativa, pues se moldeó a partir de la observación: la reacción de su primogénita ante la llegada de una hermanita. Belle se mantiene sobre esa línea.

“Mi hija tiene cinco años. Pensé mucho en su futuro mientras hacía esta película”, declaró Mamoru Hosoda en el marco del estreno mundial de Belle en la 74ª edición del Festival de Cannes.

Belle Mamoru Hosoda

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Suzu Naito es una chica ordinaria, reservada y melancólica, que vive en un pequeño pueblo en la Prefectura de Kōchi. Cuando era pequeña, ella amaba cantar y componer su propia música, pero ha batallado para reconectarse con sus pasiones y con otras personas desde la muerte repentina de su madre. Frustrada con su yo real, Suzu ingresa a ‘U’, un mundo virtual con más de cinco mil millones de usuarios, en donde su personalidad, memorias, deseos, aptitudes y potencial son analizados, digitalizados y plasmados en un avatar. Ahí, las personas pueden iniciar desde cero, tener una segunda vida, convertirse en quien realmente son. Suzu se transforma en Belle, una artista prodigiosa que se posiciona como una sensación global de la noche a la mañana. Un día, uno de sus conciertos es interrumpido por una criatura monstruosa, y la curiosidad pondrá a nuestra heroína en curso para descubrir su verdadera identidad y aquello que lo atormenta fuera de esa comunidad en línea.

Belle traslada a un escenario moderno los componentes primarios de un relato atemporal: la belleza interior y el desafío a los prejuicios. “Creo que mi generación puede ser la última que vivirá únicamente en un mundo”, reflexionó Hosoda en una conversación con Variety. “Mira a la generación más joven: nacen en un mundo donde ya existen dos realidades y necesitan averiguar cómo deben expresar diferentes aspectos de sí mismos entre ellas”.

Una vez que Suzu descubre esta alternativa que le permite exponer con plena confianza a ese “otro yo” que habita dentro de ella, dicha identidad digital le ayuda a convertirse poco a poco en una mejor versión de sí misma. La propuesta fílmica muestra cómo las personas que se sienten oprimidas en el mundo real pueden encontrar libertad en la era del internet.

“Pensé en tomar La bella y la bestia y ponerla en el contexto de este mundo del internet para crear una experiencia o narrativa distinta”, nos confiesa el cofundador de Studio Chizu. “Mi hija está a punto de ingresar y vivir en ese mundo. Sin embargo, ella es muy introvertida, al igual que Suzu. Quería mostrarles a las nuevas generaciones que ahí pueden encontrar también la fortaleza que necesitan, que pueden crear estos mundos nuevos y tener otras vidas”.

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Los claroscuros del internet

A veces, la vida imita al arte. En medio de la promoción de Belle en occidente, Mark Zuckerberg, cofundador y CEO de Facebook (ahora Meta), realizó un anuncio que marca el inicio de la etapa subsecuente para la vida dentro del ciberespacio. Su nueva visión corporativa implica destinar la mayor parte de sus esfuerzos a liderar, precisamente, el campo de los metaversos, experiencias totalmente inmersivas donde convergerán lo virtual y lo real. Con ese futuro a merced de los intereses de las megacorporaciones u otros conglomerados supeditados a intervenciones gubernamentales, las distopías esbozadas en Snow Crash o Ready Player One ya no parecen tan distantes. Y los analistas han salido para advertir sobre el potencial disruptivo que esta revolución tendría sobre la humanidad como la conocemos.

“El espacio del internet se ha ganado una reputación muy negativa. Es un lugar donde los adultos, generalmente, no quieren que sus hijos pasen el tiempo, hasta que hayan recibido la capacitación adecuada”, reconoce el máximo ganador de premios de animación de la Academia Japonesa de Cine. “Cuando revisas cada plataforma, como Facebook, ves que tienen tantos problemas con la desinformación y las noticias falsas. No hay lealtad ni ninguna dirección política que provenga de ellas. Una especie de cultura tóxica predomina dentro de las redes sociales. Y estos son problemas que estas compañías no han podido resolver realmente”, añade.

Ciertamente, la esfera del internet ha cambiado drásticamente desde que Hosoda exploró originalmente esta materia con sus famosos cortometrajes para la franquicia Digimon en las postrimerías del milenio, o bien, cuando decidió revisitar el tema una década después en Summer Wars. En aquellos tiempos, considera, eran vistos todavía como instrumentos con posibilidades ilimitadas para cambiar a la sociedad en una forma positiva. Hoy, la red ha absorbido tanto del mundo real que, invariablemente, replica toda conducta virtuosa y deplorable de la naturaleza humana. A pesar de ello, el maestro nipón conserva la misma postura optimista que asumió al comienzo de su carrera; un punto de vista que contrasta con el horizonte apocalíptico que suelen retratar sus colegas. Con un sector cada vez mayor de la población que navega e interactúa cotidianamente en línea, Belle insiste, ahora más que nunca, en encontrar la luz en estas innovaciones.

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“Definitivamente, hay algo de verdad en todas esas preocupaciones sobre nuestro mundo actual, pero lo que creo es que las generaciones más jóvenes necesitarán interactuar con internet, con la nueva realidad de este mundo”, acentúa el director. “En todo caso, ellos necesitan utilizar estas herramientas para aplastar el viejo régimen que hemos creado, y crear uno para ellos mismos”.

Aun así, Belle tampoco se erige como una utopía. Hosoda entiende que la evolución del ciberespacio no es intrínsecamente positiva o negativa, pues corresponde a los usuarios definir hacia dónde se inclina la balanza. En ese sentido, U sirve también como un espejo de nuestra realidad. Algunos personajes acarrean las cicatrices del mundo físico a sus avatares en la red, lo cual le permite al director abordar los riesgos del anonimato y la identidad en línea; el acoso, la toxicidad y la negatividad en redes sociales; la gratificación de la audiencia, la ansiedad social, los comportamientos autodestructivos, o la cultura de la cancelación y la fragilidad de la fama virtual. Por supuesto, la invitación a los nativos digitales es para cambiar la mentalidad: abrazar las tecnologías de última generación, corregir las tendencias nocivas y encontrar áreas de oportunidad y crecimiento. Crear comunidades auténticamente globales, abiertas a la creatividad, la empatía y la solidaridad.

“Gradualmente, con el paso del tiempo, a través de diferentes ideologías y de diferentes tipos de sociedades, hemos ampliado los límites de nuestra libertad”, nos dice Hosoda. “Para mí, esa idea es la clase de nuevo mundo global que quería representar: uno donde todos podemos ser más libres”.

Una visión universal para el futuro

Belle es, por un amplio margen, la propuesta audiovisual más osada que Mamoru Hosoda haya puesto jamás en la gran pantalla: épica en conceptualización, escala y ejecución. Un espectáculo cinematográfico en todo el sentido del término, digno de las celebraciones por el 10º aniversario de su productora Studio Chizu.

Para materializar su visión fue necesario establecer dos equipos. Con el “mundo real” sujeto a su estética habitual y en manos de colaboradores recurrentes, el verdadero reto era crear una representación disruptiva del metaverso en el séptimo arte, apartándose de los entornos viciados por las sensibilidades masculinas que hemos vistos en obras como Tron (1982), Matrix (1999) o en sus propios trabajos. Para Hosoda, este debía ser un espacio sugestivo, seductor y accesible para todo el mundo. No se trataba de concebirlo como un mundo alterno, sino como una extensión genuina del nuestro. Así surgió la arrebatadora megalópolis de U. Con ello, las tareas producción requirieron la participación de numerosos talentos foráneos en puestos claves: el arquitecto londinense Eric Wong, responsable del arte conceptual del mundo virtual; el estudio irlandés Cartoon Saloon (Wolfwalkers: Espíritu de lobo), que trabajó los exteriores del castillo de la bestia; o el prolífico animador de Disney, Jin Kim (Frozen), quien realizó el diseño de Belle.

Dadas sus raíces literarias, los referentes fílmicos, las colaboraciones y la estrategia de promoción en el extranjero, no es una exageración señalar a Belle como la película más atractiva para una audiencia global dentro del portafolio del nativo de Kamiichi. Incluso el soundtrack original, compuesto por Taisei Iwasaki, Ludvig Forssell y Yuta Bandoh, y con interpretaciones de una soberbia Kaho Nakamura, contó con una versión en inglés con la voz de Kylie McNeill para su estreno en Estados Unidos. ¿Acaso el crecimiento en el interés del público y los distribuidores fuera de Japón por sus películas ha cambiado la forma en que él escribe o produce sus proyectos?

Belle Mamoru Hosoda
Arte conceptual de Belle por Jin Kim.

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“Como creador, para ser honesto, realmente no he considerado mucho esa estrategia global. Aunque, en retrospectiva, eso parecería”, nos asegura. El cineasta pone como ejemplo a Jin Kim, con quien coincidió en Los Ángeles cuando Mirai estuvo nominada en los Premios Óscar, o el caso de los directores Tomm Moore y Ross Stewart, de Cartoon Saloon, a quienes conoció durante la gira promocional de Wolfwalkers en el país del sol naciente. “Ahora que lo mencionaste, cuando pienso en esta película, casi parecería que todo estuvo planeado así desde el principio, pero fue un recorrido mucho más orgánico el que permitió que pudiéramos colaborar con estos increíbles talentos internacionales y diseñadores de todo el mundo. Fueron esa clase de coincidencias las que nos llevaron a trabajar juntos”.

Más allá de las suspicacias, su reinterpretación de La bella y la bestia ha cautivado por igual a la audiencia local e internacional. Belle ya le significó una ovación de pie por 14 minutos en Cannes, la séptima reverencia más larga en los registros del prestigioso certamen; su sexta nominación consecutiva por Animación del año a los Premios de la Academia Japonesa de Cine y el mayor éxito comercial de su filmografía, con más de ¥6,530 millones de yenes ($56.9 millones de dólares) en taquilla; además de convertirse en la producción japonesa con más nominaciones en la historia de los Premios Annie, superando a El viaje de Chihiro (2001), Millennium Actress (2001) y El tiempo contigo (2019).

“Creo que, a diferencia de las películas destinadas a un público adulto, las películas para jóvenes deberían hablar siempre de esperanza”, comentó el director en torno a su filosofía general para hacer películas durante la 74ª edición del Festival Internacional de Cine de Locarno, donde fue honrado con su inaugural Premio Infantil. “En mi opinión, por muy degenerado o desesperanzado que esté el mundo, debemos hablar positivamente sobre el sentido de la existencia humana y las posibilidades de la vida, al menos a los niños y jóvenes. Porque, en última instancia, sólo ellos pueden cambiar realmente este mundo tan afligido”.

“Me siento muy esperanzado respecto a cómo las nuevas generaciones pueden usar estas herramientas para cumplir ciertas metas y alcanzar libertades distintas. Creo que hay un mundo de internet y una plataforma más global que no ha sido descubierta aún, y espero que los niños de la próxima generación puedan desarrollarla. Ojalá Belle pueda ser un paso en ese proceso”, concluye Hosoda.

Belle doblaje latino

Belle ya está disponible en Netflix.

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