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Creed 3 – Crítica de la película de Michael B. Jordan

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Muy pocas franquicias fílmicas se salvan de volverse repetitivas en algún punto de su existencia, pues retomar elementos conocidos para la audiencia es efectivo, sobre todo si no se quiere perder su lealtad. De acuerdo: hay veces en que estos elementos están tan bien manejados que la experiencia en la sala de cine se vuelve, por lo menos, lo suficientemente dinámica como para mantener expectantes a quienes están del otro lado de la pantalla, pero no se puede negar que todo resulta familiar. Justamente eso pasa con la película Creed 3, que retoma la narrativa del personaje de Adonis con el objetivo de separarlo de lo construido por Sylvester Stallone con Rocky Balboa. Sin embargo, eso no se logra.

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Crítica de la película Creed 3.

Creed 3 es el debut como director del protagonista de la trilogía, Michael B. Jordan. Y si bien, el actor sale avante a la hora de imprimirle al conjunto preocupaciones actuales de la sociedad, también es cierto que, en el fondo, el discurso por el cual se decanta todo hacia el final se siente caduco en muchas maneras.

Este nuevo capítulo en la historia de “Donnie”, sorprendentemente, no se enfoca tanto en el boxeo. Durante una buena parte del metraje se intenta encaminar todo hacia los terrenos de la denuncia. Se habla de las injusticias que, incontables veces, viven las personas que no tienen hogar. Resulta imposible vivir el “sueño americano” cuando el sistema lo impide. No obstante, también se hacen otros cuestionamientos: ¿Hasta qué punto un acto que parece de defensa propia puede ser considerado un crimen? ¿El encarcelamiento siempre es justificado?

El director y los guionistas Keenan Coogler (hermano de Ryan, quien comandó la primera parte) y Zach Baylin (Rey Richard: Una familia ganadora), vierten todos estos temas en el personaje de Damian “Diamond Dame” Anderson (Jonathan Majors), un viejo amigo de Adonis que, después de pasar 18 años tras las rejas, regresa para pedirle al actual campeón de peso completo una oportunidad por el título, y al mismo tiempo para poner su vida de cabeza.

La primera mitad de la película Creed 3 es un gran ejercicio de exploración de lo que puede causar en una persona el rencor hacia un entorno que le ha negado toda oportunidad de sobresalir. Pero pronto, la promesa se diluye y el espíritu de protesta se desvanece para dar paso a una cinta distinta: la clásica batalla del bien contra el mal, sin más.

De un momento a otro, todo se convierte en un reciclaje de Rocky 5 (1990), en la que el “Semental Italiano” entrena al implacable Tommy Gunn, quien de a poco se va insertando en la vida del campeón hasta convertirse en una figura ominosa que le arrebata todo lo que es importante.

O, de pronto, estamos viendo Rocky 3 (1982), en la que el estelar está considerando retirarse, pero pierde el cinturón y, para recuperarlo, tiene que luchar contra Clubber Lang, un desconocido que, con lujo de violencia, desbarata su vida.

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Con esto, queda de lado el interesantísimo estudio de personaje encabezado por Majors. Y a ratos, gracias a ciertas decisiones que se perciben fuera de lugar, Damian se convierte en un villano como de caricatura, que únicamente busca poder y venganza. Es la actuación la que nos mantiene enganchados, pero las motivaciones pierden su rumbo.

El resto de las interpretaciones, por ejemplo, las de Tessa Thompson y Mila Davis-Kent, son bastante sólidas y también ayudan a mantener aterrizado el espectáculo. Thompson, con su personaje de Bianca, retrata a alguien que, en medio del éxito y la fama, trata de encontrar un propósito en lo que hace, y resulta esperanzadora la idea de que, tarde o temprano, todos encontramos refugio en los lugares menos esperados.

Por su parte, Davis-Kent, quien da vida a la hija de los Creed, Amara, es una revelación. Cada escena en la que aparece e interactúa con quienes la rodean es un desfile total de gozo y alegría.

Aunado a esto, está el otro punto fuerte de la cinta: las excepcionales escenas de pelea, en las que, con brío, Jordan encuadra de manera inconexa —pero efectiva— combinaciones de golpes que, sin 3D, parece que en algún momento saldrán de la pantalla, y en las que la técnica de pelea de Damian es todo un deleite visual. Verlas en formato IMAX es una experiencia alucinante, pero no totalmente necesaria.

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Creed 3 dista mucho de lo que hicieron sus predecesoras. Aunque la dedicación de Michael B. Jordan para sacarla a flote es notoria, el peso de la nostalgia es mayor. Al final, es como un largo flashback a cuando la saga estaba surgiendo. Como un viaje al pasado disfrazado de nuevo comienzo. Es disfrutable, sí, pero no puede evitar caer en lugares comunes.

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