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Halloween: La noche final – Crítica de la película

Halloween Ends pelea entre Michael Myers y Laurie en la cocina

44 años han pasado desde que conocimos a aquel ser remotamente humano y con rostro inexpresivo, cuya única descripción adecuada -según el Dr. Loomis- eran dos palabras: maldad pura. ¿Qué ha hecho que esa maldad de Michael Myers sea inmortal y prácticamente imparable? Con Halloween: La noche final, no sólo toca cerrar la trilogía que el director David Gordon Green inició con Halloween (2018) y Halloween Kills: La noche aún no termina (2021), sino también darle una respuesta definitiva a aquella interrogante.

No cabe duda de que con esta tercia de filmes, David Gordon Green ha tomado decisiones muy arriesgadas alrededor de la mitología que inició John Carpenter. Los abucheos y alabanzas han sido una constante en sincronía. La sombra de aquel amargo desenlace (así como los errores argumentales y la ola de críticas negativas) alrededor de Halloween Kills: La noche aún no termina, nos hizo plantearnos qué rumbo tomaría esta tercera entrega.

Halloween: La noche final sí trata de enmendar, hasta cierto punto, los errores de su antecesora. Y, claro, que el plato más fuerte para lograrlo es una batalla final tan violenta como brutal entre Laurie Strode y Michael Myers. La ejecución, por supuesto, es sumamente épica, pero el resultado deja una sensación de tibieza. Y es que tanto el cineasta como los guionistas no dejan de tropezarse con las mismas piedras: inverosimilitud, absurdidad e incoherencia.

Laurie Strode gritando en Halloween La noche final

Contradictoriamente, aquellos tres elementos son algo que no se tomaría tan en serio un fan empedernido de la franquicia, ¿o sí? De hecho, sabrían que son elementos intrínsecos del asesino enmascarado y que se difuminan por su estatus de clásico y por la presencia inigualable de Jamie Lee Curtis.

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La película toma lugar cuatro años después de los acontecimientos de Halloween Kills: La noche aún no termina. Laurie ahora vive una vida común, corriente y apacible junto a su nieta Allyson, mientras escribe sus memorias. Nadie sabe el paradero de Michael Myers. Pero luego de un homicidio involuntario, una cascada de violencia irrumpe en Haddonfield. Laurie sabe que el mal es perpetuo y no se puede controlar. Michael Myers, indudablemente, está de regreso y es algo que no puede evitar.

Cuando hablábamos de las decisiones arriesgadas del cineasta, nos referíamos a que el temible e inevitable regreso del enmascarado, no es tan apabullante como lo imaginábamos. Para Halloween: La noche final, el cineasta (junto con los tres guionistas que lo acompañan) se arriesgan en explorar el concepto del mal como una especie de infección que trasmuta y nunca termina.

De ahí que la tardía aparición en pantalla de Michael Myers exhiba que los años le han cobrado factura. Un hecho que podríamos calificar de risible e inconexo con la naturaleza imparable del monstruo asesino. En cambio, la película intenta sostener su argumento con la introducción de Corey Cunningham (Rohan Campbell), quien no sólo irrumpe en el corazón de Allyson, sino que revive los miedos más profundos de Laurie.

Rohan Campbell y Jamie Lee Curtis en Halloween Ends

A decir verdad, la aparición de Corey Cunningham resulta engañosamente atractiva. Sobre todo por aquella secuencia de apertura de la película, cuya manufactura técnica y narrativa, la convierten en la pieza más destacable del filme. No por nada Jamie Lee Curtis la describió como “la peor pesadilla de cualquier padre”. Pero en realidad, únicamente funge como un tardío detonante hacia el tan esperado enfrentamiento final (Michael vs. Laurie) y que termina por entorpecer el ritmo de la película.  

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Extrañamente, Halloween: La noche final también se siente desprovista de violencia, sangre y gore (elementos que han caracterizado a la franquicia). Sólo es hacia el final del filme cuando el director y los guionistas hacen explotar su creatividad con secuencias donde la violencia gráfica brilla ante la oscuridad de la noche.

Eso sí, uno de los puntos más fuertes de Halloween: La noche final es su puesta en escena. Es innegable el tributo que David Gordon Green le ha rendido al inconfundible estilo de John Carpenter a lo largo de estos tres largometrajes. Aquí, particularmente, se respira profundamente un homenaje a Halloween (1978). Un homenaje de despedida que navega entre los flashbacks, pero también en guiños y referencias al vestuario, a los encuadres y movimientos de cámara y, por supuesto, a la música de sintetizador y a uno que otro clásico musical y cinematográfico.

Halloween: La noche final está muy lejos de ser perfecta. Quizás su error más grande es encauzar la historia lejos de sus dos protagonistas y coquetear con un final abierto. Sin embargo, el amor que Jamie Lee Curtis siempre ha pregonado hacia Laurie Strode, y a la franquicia, basta y sobra para dejar de lado los errores narrativos y argumentales que esta trilogía ha arrastrado consigo.  

Corey Cunningham con la máscara de Michael Myers en Halloween La noche final

A cambio, obtenemos un cierre digno y estimulante, acompañado de una suerte de catarsis agridulce que siempre nos estará recordando que “El mal nunca muere, sólo cambia de forma”.

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