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Observar las aves – Crítica de la película

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Muchos directores han utilizado el cine como un instrumento catártico. No son pocas las películas que hablan de dolores experimentados por sus realizadores o sobre situaciones que necesitan salir a la luz. El problema es que muchas de esas cintas resultan moralinas, melodramáticas en exceso o buscan la lágrima fácil. Por ello se agradece inmensamente encontrar una película como Observar las aves.

En un estilo de falso documental conocemos a Lena Daerna (Bea Aaronson), una reconocida académica que ha sido diagnosticada con Alzheimer. Sin embargo, eso no la deprime, al contrario: la anima a grabar día con día el progreso de su enfermedad, todo con el objetivo de dejar un legado ante su enfermedad. Sin embargo, esta filmación lleva a una contradicción inherente: Lena no podrá terminar su película. Es entonces que decide contratar a Andrea, una cineasta cuya madre sufrió la misma enfermedad. Juntas emprenderán un camino en el que encontrarán regalos inesperados de la vida.

Ser filmada como un falso documental es uno de los principales atributos de la cinta. El bajo presupuesto de Observar las aves permitió que el equipo construyera una historia completamente íntima. Realmente el espectador se siente parte del proceso de Lena, se encariña con ella y, contrario a lo que pasa en otras películas, uno no quiere que pasen los minutos, pues la decadencia de nuestra protagonista es evidente.

La dirección de Andrea Martínez Crowther, quien también interpreta a Andrea en la cinta, es elegante y muy efectiva. Hay varios momentos en los que una mirada de Aaronson puede conmover hasta al más duro de corazón. La dupla que forman puede más que cualquier presupuesto y variedad de locaciones. El guion, que también corre a cargo de Martínez Crowther, profundiza en lo que nos hace humanos y cómo los recuerdos  van adquiriendo importancia con el paso del tiempo. Sin embargo, no lo hace con una explotación de lo dramático, sino con un dejo de esperanza y redención.

En entrevista para Cine PREMIERE, la directora comentó este último aspecto:

“En mi cine me gusta lo dulce amargo. Me gusta abordar temáticas dolorosas, pero siempre sabiendo que, a final de cuentas, es parte de la vida. ¿Qué haces con ese dolor, qué haces con esa tristeza? Lena Daerna quiere convertir ese dolor en algo bello, quiere hacer una despedida a la vida celebrando la vida”.

Y justo eso es lo que logra Observar las aves, convertirse en una película que celebra la vida sin tomar un extremo que dañe la historia. La inspiración de Martínez Crowther es palpable, incluso los momentos que parecieran no aportar a la trama terminan convirtiéndose en piezas clave del viaje a la muerte que poco a poco recorre Lena.

Al final del día, lejos de cualquier pensamiento deprimente, Observar las aves nos deja dos enseñanzas increíblemente valiosas. La primera, que todos los momentos y recuerdos de nuestra vida pueden convertirse en inolvidables con el enfoque correcto. Y la segunda, que el cine mexicano tiene todo para mover nuestros más profundos miedos y dolores.

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