Pinocho-buena

Pinocho: Animaciones desobedientes y Geppettos mexicanos

Pinocho-buena

Para narrar el relato de una marioneta desobediente que cobra vida, Guillermo del Toro decidió utilizar marionetas que también cobrarían vida, pero esta vez gracias a la animación y al trabajo de escultores, pintores, ingenieros, animadores, fotógrafos, actores, expertos en distintos materiales y hasta bailarinas profesionales. Su versión de Pinocho, aquel cuento que lo marcó desde pequeño y que ha querido llevar a la pantalla desde hace 15 años, representa el primer largometraje que el cineasta mexicano hace en stop-motion, técnica animada que consiste encrear la ilusión de movimiento al fotografiar objetos estáticos y presentar las imágenes en forma secuencial.

Sin embargo, los vínculos Guillermo del Toro con la animación y la creación de mundos mediante el cine artesanal se remonta a los inicios de su carrera. En 1985, cuando tenía solo 21 años, fundó la compañía Necropia junto con el tapatío Rigoberto Mora, su amigo íntimo y uno de los principales impulsores de la animación en México. Se trataba de una iniciativa especializada en maquillaje FX, animación y efectos especiales, campos aún fértiles y poco explorados de este lado de la frontera norte. Incluso en un panorama que no privilegiaba ese tipo de cine en México, mucho menos en estados fuera de la CDMX, Del Toro se las arregló para desobedecer. Tal como su Pinocho, que no necesita volverse de carne y hueso para ser un niño de verdad, Guillermo no necesitó cambiar quién era para convertirse en cineasta de verdad.

«Estaba obstinado en hacer un género que no le es natural a alguien que vive en Guadalajara, que es considerada provincia», nos cuenta Del Toro. «De mí se esperaba queme ajustara a ciertas formas de ver y hacer cine. Pero después aprendí lo esencial que es afirmarte como persona. (…) Yo he existido en una pequeña y peculiar filmografía a la que siempre le he sido fiel. Le he sido fiel a Pinocho tanto como le fui a Cronos, exactamente con la misma terquedad».

El concepto de la desobediencia se convertiría, décadas después, en un pilar narrativo para subvertir la historia de Geppetto y su marioneta. La animación Pinocho –que Del Toro dirige junto con Mark Gustafson– sigue un relato con tintes oscuros inesperados: está ambientado en una Italia fascista, en busca de soldados capaces de dejar el cuerpo en el campo de batalla porla madre patria. Pinocho es nuevo en el mundo y apenas está aprendiendo qué es la maldad y la bondad; por lo mismo no le teme a rebelarse y a burlarse del mismo Mussolini si es necesario.

Pinocho
Pinocho

El mundo y los personajes que pueblan esta versión están inspirados en el libro ilustrado de Gris Grimley, publicado en 2002, que para Guillermo presentaba a un Pinocho curioso y «no domesticado», incluso a veces cruel, como cualquier niño que aún no ha sido impactado por ningún tipo de ideología o moral.

Sin embargo, esta producción también esconde otra historia de rebeldía: la de los animadores tapatíos que, después de años de construir en colectivo una tradición de stop-motion y de convertir con sus propios esfuerzos a Guadalajara en la capital nacional de este formato, se integraron a la megaproducción de Pinocho como artistas, pero también como quienes están dando los primeros pasos hacia la internacionalización de la industria del stop-motion mexicano. La experiencia de René Castillo, Karla Castañeda, Sofía Carrillo, Luis Téllez, Juan José Medina, León Fernández, Rita Basulto, Sergio Valdivia y Mayrení Senior Seda revela claves para entender el futuro de ese arte en México y la misión que Del Toro ha emprendido de la mano de su marioneta favorita.

Mira un clip de la entrevista con Guillermo del Toro y Mark Gustafson

Hadas que dan vida

A principios de los años 90, René Castillo se dio cuenta de que lo suyo no era la administración de empresas sino la animación en stop-motion. Sin embargo, no logró encontrar escuelas en México que le permitieran aprender formalmente los secretos de este arte. El único antecedente importante del género era el trabajo que Rigo Mora y Guillermo del Toro habían realizado con su compañía Necropia, pero incluso esos proyectos le eran desconocidos, pues se trataba de una época con pocos canales de difusión, carente de internet. «Fui al DF a las escuelas de cine y nadie hacía animación. En el CUEC [Centro de Estudios Cinematográficos, hoy Escuela Nacional de Artes Cinematográficas] me dijeron: no, aquí no enseñamos caricaturas», cuenta René risueño. «Pero yo seguí buscando».

Eventualmente, después de perseguir a Rigo Mora para convencerlo de que fuera su mentor y seguir un camino autodidacta, el animador tapatío terminaría por realizar el cortometraje mexicano en stop-motion más ambicioso hasta ese entonces: Sin sostén (1998), el cual viajó a Cannes y ganó el premio Ariel a Mejor corto animado. Fue durante la posproducción de este proyecto, codirigido con Antonio Urrutia, que René recibió una llamada especial.

«Suena el teléfono y me dice: ‘Soy Guillermo del Toro. Oye, ya vi lo que están haciendo, ¡está increíble! ¡ven a mi casa!’. ¡Voy para allá! Y fui y hablamos horas sobre Sin sostén«, recuerda René.

El mexicano René Castillo trabajó como animador en Pinocho, .de Guillermo del Toro

Escuchar los inicios de René y del resto de los animadores mexicanos que trabajaron en Pinocho es empezar a entender que el stop-motion en México es de esas cosas que solo han podido crecer mediante el contagio, especialmente en un país que aún ofrece una formación en cine centralizada. A principios del la década de los 2000, René Castillo realizó el cortometraje Hasta los huesos, el más caro de la historia de la animación mexicana, por su uso de 70 personajes que presumían más de 15 mil movimientos. Su esplendor, sus figuras y sus sets despertaron la pasión de la entonces universitaria Karla Castañeda, futura ganadora del premio Ariel por su corto Jacinta, así como de Luis Téllez, quien trabajó como animador en dicho corto y que después destacaría con su corto Viva el rey (2017).

Sofía Carrillo y León Fernández, por su parte, encontraron su amor por la animación en los cursos impartidos por Juan José Medina y Rita Basulto, ganadores de su primer Ariel con el corto El octavo día, la creación.

En los últimos años, estos sietes animadores se convirtieron en los líderes del stop-motion nacional, pero su crecimiento en una misma región no fue coincidencia: colaborar desde distintos roles en sus producciones, vivir cerca, les ha permitido compartir conocimiento y ayudarse mutuamente. Sus cortometrajes, realizados principalmente con recursos estatales o propios, acumulanmás de 40 premios nacionales e internacionales, y presentan propuestas que están lejos de las nociones infantiles que se suelen asociar con el formato. La escuela tapatía se ha caracterizado por historias oscuras, de tintes surrealistas y escenarios de ensueño. Sin un estudio que les imponga pautas de mercado, el trabajo de «los siete magníficos», como han sido llamados, atiende a visiones de la animación completamente personales y libres.

Solo hay un problema: la falta de recursos, de infraestructura y de los apoyos que se necesitan en México para construir una industria de animación en stop-motion de la que germinen los ansiados largometrajes. Ahí es donde, de acuerdo con los animadores, entra Guillermo del Toro.

«Un día vino al festival de Guadalajara, no recuerdo si en 2017 o 2018, y nos invitó a desayunar», cuenta León Fernández, quien fungió como jefe de marionetas del frente mexicano para Pinocho. «Fuimos los siete. A estas alturas ya hay más animadores de stop-motion en otras regiones del país, pero en ese entonces seguíamos siendo prácticamente nosotros. Nos dijo que tenía ganas de que esto se hiciera más grande, porque hasta ese momento todos habíamos hecho solo cortos y sin recursos, con un equipo pequeño de personas. Se le ocurrió entonces, junto con la UdeG [Universidad de Guadalajara], erigir un estudio de animación en Guadalajara y arrancarlo con una secuencia de Pinocho, que era un proyecto que ya estaba aprobado. De esa forma, sería un buen empujón y una gran carta de presentación para el nuevo estudio».

El mexicano León Fernández se desempeñó como jefe de marionetas de la segunda unidad de Pinocho.

Guillermo del Toro anunció la creación del nuevo estudio en 2019, durante su paso por el 34 Festival Internacional de Cine en Guadalajara. El Centro Internacional de Animación (mejor conocido por su nombre coloquial, El Taller del Chucho) tendría como objetivo apoyar la producción y el talento local, así como crear conexiones entre este y los proyectos internacionales, a fin de construir un espacio de constante formación. Los siete animadores fungirían como cabezas, encargadas a su vez de formar nuevos animadores. El estudio, además, recibiría como primer encargo animar toda una secuencia de la nueva película de Del Toro.

«Yo al inicio veía todo esto como algo fuera de la realidad, demasiado bonito para ser verdad», comparte León, mientras ríe. «No pensé que en verdad sucedería, pero después… ¡ándale que sí se va haciendo!».

«Los siete magníficos» de la animación de stop-motion en México.

Ser niños de verdad

Tres estudios de dos continentes distintos estuvieron involucrados en la creación de Pinocho. La mayoría de las unidades de animación se encontraban en ShadowMachine, ubicado en Portland, EUA, mientras que El Taller del Chucho, en Guadalajara, colaboró con seis. En ellas se animó una secuencia muy específica de la película, en la que Pinocho tiene un encuentro de ultratumba con un grupo de conejos negros y gruñones. Eso quiere decir que, cada vez que la marioneta pisa ese inframundo de orejudos, en realidad se encuentra viajando a México.

«Esa secuencia la puedes aislar del resto», explica León. «Son maquetas y marionetas que solo aparecen ahí, entonces por logística se facilitaba. Mandar una secuencia de otra locación era difícil porque son escenarios de allá que había que enviar acá. A Pinocho sí lo enviaron para acá».

Por otro lado, la fabricación de las marionetas de la película estuvo a cargo del estudio Mackinnon & Saunders, legendario creador de puppets, ubicado en Manchester, Inglaterra. Para Guillermo del Toro era importante que sus personajes fueran los más expresivos posibles, por lo que las marionetas incluyen un complejo sistema de engranajes que les permitía a los animadores un mayor control de gestos.

En este lugar en Manchester, responsable de personajes como los de El cadáver de la novia o Fantástico Sr. Fox, el mexicano León Fernández pasó un año construyendo las marionetas que El Taller del Chucho utilizaría para animar su secuencia, como si fuera un Geppetto moderno. «Me fui en 2019 y regresé en 2020. La misión era que yo las hiciera al 100 por ciento», explica. «Para 2021 ya estábamos iniciando producción y todo ese año estuvimos trabajando acá en Guadalajara hasta finales de ese año. A Portland le gustó mucho nuestro trabajo y al año siguiente nos volvieron a encargar otra secuencia, la de los créditos finales».

Para ser aceptados como parte del equipo de artistas de Pinocho, los animadores mexicanos tuvieron que hacer una prueba. Una vez aceptados, se dividieron en distintos departamentos para el frente mexicano: León en la jefatura de marionetas, Karla y Juan en dirección de arte, René y Luis como animadores, Sofía en vestuario y Rita en fotografía, desde donde trabajó con el cinefotógrafo Frank Passingham. A ellos también se unieron Mayreni Senior Seda y Sergio Valdivia, el único animador mexicano que viajó Portland para seguir participando en el rodaje desde allá.

«Mientras animábamos en una unidad, en las otras estaban preparando los sets de otra toma», platica René Castillo. «Los animadores teníamos acceso a un sistema en donde podíamos ver en tiempo real los avances de nuestros colegas en Portland. Los lunes teníamos algo llamado Animation Canteen, en donde cada quien exponía sus dudas, sus aventuras. Y era hermoso, escucharlos, ver sus retos, y luego veías sus shots. Te inspiraba».

René hace énfasis en la necesaria dimensión actoral de un animador, que se cristaliza en los llamados LAVS (live action videos). Son videos en los que los animadores se graban actuando las escenas que después deberán animar.

«Con los años entendí que en realidad un animador es un actor», comparte Castillo, quien tuvo que recrear con sus propio cuerpo los gestos de los conejos negros y del mismo Pinocho. «Veía el animatic, el story board y decía: ok, ¿cómo lo voy a actuar? Ponía mi teléfono y me grababa actuando varias veces. Toda la película se actuó primero en LAVS. Hasta que aprobaban tu lav podías transferir eso al puppet«.

Un último gesto de Guillermo del Toro hacia sus animadores conmovió a René Castillo. «En los créditos al principio siempre se ponen los nombres de los actores famosos, quienes interpretan la voz», explica. «Pero Guillermo nos incluyó a los animadores en esos créditos iniciales, mezclados con los actores. Lo cual es el mejor reconocimiento que puede hacernos a los actores, es decir, quienes estamos detrás del puppet«.

Para Karla Castañeda, la magia de de Pinocho está, como sucede en general con la animación artesanal, en su dimensión colectiva: «La fortaleza está en tantas manos, tanto talento que hubo en la producción, y en futuras producciones». 

Guillermo concuerda: «En tres décadas, creo que esta es la vez en que más me he acercado a tener una familia de circo», explica en la presentación para medios del proceso detrás de la película. «Todos salimos del proyecto amándonos, casi tenemos hasta ansiedad por separación».

La animadora Karla Castañeda con Guillermo del Toro. Karla conoció al cineasta mexicano en en el Festival de Annecy 2016.

Pasar la estafeta

A dos años de su arranque, El Taller del Chucho prevé cerrar el año con 20 producciones trabajadas. Además, de acuerdo con la directora del espacio, Angélica Lares, más de 200 alumnos habrán pasado por sus talleres. Siete de los nueve proyectos que tiene en producción son jaliscienses, pero también están en negociación cinco largometrajes internacionales.

Mientras tanto, varios de los siete magníficos tienen sus ojos puestos en sus respectivos largometrajes. De concretarse alguno, se trataría de la primera película mexicana en stop-motion. Ahora, solo es cuestión de esperar a ver quién llegará primero a ese anhelado estreno: la de Karla Castañeda sería producida por el mismo Del Toro; Luis Téllez lleva varios años trabajando en su largo Inzomnia, y René se ha aliado con una productora china para crear su película Thingdom (el reino de las cosas), cuyo guion también recibió apoyo de Guillermo.

«Lo que Guillermo nos enseña es hay que confiar en ti», explica Castillo. «La versión de Pinocho no es la historia que cuenta Disney. Es la visión personalísima de Guillermo. Él nos dice que hay mucha competencia afuera, de estudios. En estos últimos años, la tecnología ha avanzado enormidades, y de alguna forma acerca la capacidad de hacer animación de buena calidad a muchas manos. Democratiza la animación, de alguna forma. Pero nuestra mejor oportunidad está en diferenciarnos. En contar esas historias personalísimas y no es para todo público. Es para el público que cada película encuentre. Guillermo dice eso: sé honesto, confía en ti y si es buena encontrará su público. Sé que es muy romántico pero todos estamos apuntándole a eso». 

Sus ambiciones personales, sin embargo, no les hace olvidar la responsabilidad que cada uno tiene de compartir su conocimiento con las nuevas generaciones.

«Desde el inicio Guillermo ha dejado claro que lo realmente importante es adiestrar a toda la banda que viene después de nosotros, porque si juntas a todos los que nos dedicamos a esto en el mundo, realmente no somos tantos», explica León. » ¿Y cómo puedes hacer largo si no tienes al personal? No se puede. Cuando me mandaron a Manchester, me dijeron: vas y aprendes todo lo que puedas pero cuando regreses tienes la deuda moral de pasarlo todo a la banda de aquí. Y así lo hice».

De nuevo, el contagio.

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