Las historias biográficas son una de las tendencias más fuertes en la presente edición de Sundance. Entre el centenar de largometrajes que conforman la programación de este año predominan desde documentales de figuras de fama mundial, como Pretty Baby: Brooke Shields, de Lana Wilson, y Still: A Michael J. Fox Movie, de Davis Guggenheim, hasta cintas de ficción que se ocupan de científicos, artistas o personas “de a pie” que alcanzan hazañas extraordinarias. Es en esta última categoría en donde podríamos ubicar a Radical, de Christopher Zalla, y Cassandro, de Roger Ross Williams, dos de las pocas películas con presencia mexicana que participan este año en este festival de cine independiente, ficciones dirigidas por cineastas estadounidenses y protagonizadas por Eugenio Derbez y Gael García, dos de los actores mexicanos más conocidos dentro y fuera de nuestro país.
Hay cierta magia en el viaje del héroe, especialmente, cuando estos héroes pueden ser personas como uno mismo. Pero cuando vienen de los sitios menos luminosos y más complicados, el relato adquiere dimensiones mayores, más espectaculares, suficientes para enganchar a una audiencia en una sala de cine. A dos años de haber triunfado con la cinta CODA: Señales del corazón, de Sian Heder, en este mismo festival —y posteriormente en los premios Oscar—, Eugenio Derbez vuelve como productor —y en este caso actor principal— de una de las cintas que inauguraron el festival el pasado jueves.
Radical es un drama sobre un maestro de sexto de primaria que, siguiendo métodos poco convencionales, busca sacar a sus alumnos del hastío y despertar en ellos la curiosidad por aprender. La cinta se basa en una historia real, investigada por el periodista Joshua Davis (también productor de la cinta), sobre el profesor Sergio Juárez y su alumna Paloma Noyola, quien fue descrita en el artículo de Davis como “la próxima Steve Jobs”.
La película sigue al pie de la letra los elementos de esa corriente sobre hombres excéntricos que no se alinean a la autoridad e inventan sus propias reglas, muy al estilo de La sociedad de los poetas muertos (1989) o Patch Adams (1998): un hombre fuera de lo común, un entorno inflexible, estudiantes con conflictos personales, y hasta una tragedia. La diferencia es que en Radical el contexto es Matamoros, México, en plena guerra contra el narcotráfico en 2011 y en una escuela primaria en la que tanto maestros como estudiantes se muestran adormecidos y rendidos hasta la llegada del sujeto que hará una diferencia.
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Es claro que esta película busca conmover a como dé lugar y se vale de mecanismos muy evidentes para hacerlo, como ubicar a los niños protagonistas en condiciones miserables: Paloma, quien muestra habilidades extraordinarias para la ciencia y sueña con ser astronauta, vive al lado de una montaña de basura; Lupe, quien se interesa por la filosofía y los libros, debe cuidar a sus hermanitos como si fuera su mamá; y Nico, el “malandro”, quien parece odiar la escuela, está por unirse a su hermano en una banda de narcomenudistas.
Los clichés sobre México parecen ser ineludibles en una película escrita y dirigida por personas que crecieron lejos del país y se manifiestan en los cuerpos ensangrentados cubiertos por sábanas blancas, en la corrupción de las autoridades, en los delincuentes que escuchan reggaetón y disfrutan videojuegos violentos, o en el padre alcohólico o la madre soltera cargada de hijos. El personaje de Eugenio Derbez, armado de carisma y convicción, transforma el gris soporífero de los salones de clase en un espacio lúdico y luminoso, en el que la física puede verse como barcos a punto de naufragar.
Durante la sesión de preguntas y respuestas, Derbez contó que llevaba tiempo buscando no solo hacer reír, sino hacer sentir. Estas intenciones son visibles en su interpretación de Sergio y en los rumbos que toma la historia, y se consigue también gracias al esmerado trabajo realizado con los pequeños Jennifer Trejo, Fernanda Solís y Danilo Guardiola. Pero, además de la obviedad en el comentario de la cinta sobre lo obsoleto del sistema educativo, hay otro mensaje encerrado en ella, que incluso queda verbalizado por Sergio: “Solo hay una cosa que puede detenerte si lo permites: tú mismo”. Para salir adelante, hay que echarle ganas. Puedes, literalmente, escarbar en la basura y construir un telescopio para mirar el cielo si te lo propones.
El sentimentalismo se desborda aún más en el terreno de los diálogos, que carecen de naturalidad y buscan la risa o la lágrima inmediata. Y lo consiguen. Tanto así, que el guión logra que algo como la prueba ENLACE se convierta en un evento que despierta adrenalina y expectativa. Durante la función inaugural en Sundance, el público se rindió a los guiños cómicos del maestro Sergio y, por supuesto, a la ternura de los niños, que entregan actuaciones poderosas que conquistan al espectador. “No recuerdo haber visto una película tan entrañable en mucho tiempo”, dijo en inglés uno de los presentes al terminar la presentación de la cinta, en la que tampoco faltaron las lágrimas por parte del equipo del filme y de la audiencia.
Radical, una película feel good sobre el crecimiento en la adversidad, se sintió como el abrazo de bienvenida que el público de Park City necesitaba tras dos años de ausencia en las butacas.
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