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Vivir – Crítica de la película nominada al Óscar

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Un año después de que CODA: Señales del corazón obtuviera el máximo reconocimiento de Hollywood, otro remake figura nuevamente en las categorías principales del Óscar. Con base en la película japonesa Ikiru, dirigida por el mítico Akira Kurosawa, fue concebida Vivir (Living), una producción británica que se propuso revisitar la historia de un trabajador gubernamental enfrentado a su propia mortalidad y decidido a aprovechar cada momento que le quede en este mundo, aunque no tenga ni la más mínima idea de cómo hacerlo.

Vivir (2022)

Estelarizado por Bill Nighy, este drama competirá por las estatuillas de Mejor actor y Mejor guion adaptado en la venidera 95° entrega de los Premios de la Academia, siendo su elenco solvente y la universalidad de su narrativa (un cálido abrazo al corazón) sus cartas bajo la manga que quizás le permitan sorprendernos durante la magna ceremonia. Sin embargo, los remakes no dejan de ser un tema escabroso cuando se trata de repartir galardones. A fin de cuentas, según cada caso particular, ¿qué tanto enriquecen o reinventan la propuesta cinematográfica original, en lugar de sencillamente colgarse de ella?

En Vivir, salta a la vista lo mucho que (argumentalmente) ésta se apega a la película primigenia a pesar de la obvia divergencia cultural. Para hablar de la fatigosa, infructuosa e imperecedera burocracia —en la que el taciturno protagonista lleva años desempeñándose— otros cineastas habrían optado por traer la historia al tiempo presente. No obstante, el director Oliver Hermanus y el guionista Kazuo Ishiguro prefirieron que su remake se ambientara en la década de los 50, como sucede con Ikiru. Sólo que ahora, no vemos un Japón en blanco y negro, sino una colorida Londres de la posguerra.

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El encanto de la época surge desde los créditos iniciales. Un montaje de tomas urbanas ostentan imágenes granuladas que, aderezadas con una tipografía vistosa, evocan el cine clásico de Hollywood. Visualmente, la película Vivir no pierde jamás una suerte de brillo que nos remonta al pasado; independientemente del impecable diseño de producción, la iluminación juega a favor de una nostálgica sensación de flashback.

Por otro lado, abundan también sombras y contrastes que dialogan con el estado de ánimo del Sr. Rodney Williams, este avejentado servidor público que tras recibir un diagnóstico de cáncer, se verá rodeado de una inclemente oscuridad. Una de tantas escenas sacadas de Ikiru (aunque más estilizada en el remake) muestra al personaje emergiendo literalmente de la penumbra; una trémula luz que corre el riesgo de pronto apagarse.

Vivir (2022)

En los zapatos del Sr. Williams, Bill Nighy brinda una actuación entrañable que con enunciar un simple “buenos días” transmite la pesadez de una vida que jamás pudo alzarse y volar libre. El septuagenario actor mantiene además un irresistible porte de caballero, tan apropiado para su papel, así como una mirada versátil que va de la profunda tristeza al cálido resplandor del optimismo. Con Vivir, menos duda habrá del sobresaliente rango de Nighy, cuyo trabajo aquí resulta tan convincente como lo fue hace más de una década en la multimillonaria franquicia Piratas del Caribe, por nombrar dos proyectos suyos diametralmente opuestos.

Aimee Lou Wood igualmente destaca en el reparto de la película, encarnando de forma tan natural a la joven y alegre Margaret Harris; empleada del Ayuntamiento, a las órdenes del Sr. Williams, que luego devendrá una valiosa amiga y confidente. Dicho en pocas palabras: aquellos que se volvieron fans de Wood desde su memorable y queridísimo papel en Sex Education, prepárense a adorarla todavía más.  

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El talento histriónico, sumado a una manufactura tan pulcra y elegante, hacen de Vivir una película imperdible, forme o no parte de la temporada de premios. El argumento, sin embargo, no toma ninguna desviación que contradiga o complemente el rumbo marcado por Ikiru hace 70 años, y he ahí el inconveniente. Por mucho que algunas acentuaciones en la narración sean diferentes, la historia y la manera de estructurarla son esencialmente idénticas. Es muy válido que un remake escoja no salirse del margen, pero, ¿acaso no pierde puntos en la búsqueda por conquistar la presea de Mejor guion adaptado? Al depender del mismo medio de expresión del material primigenio, ¿qué tanto logra “adaptar” y no sólo parafrasear?

La ocasional atención puesta sobre Peter Wakeling (Alex Sharp), un nuevo subalterno en el Departamento de Obras Públicas, se antoja el mayor aporte narrativo de Vivir, y aún así termina siendo un personaje completamente prescindible. No obstante, debe aplaudirse el matiz distinto que la película consigue impregnar en ciertos elementos clave de la versión de Kurosawa; entre ellos, un conejo cargado de significado, una canción de añoranza (más que de melancolía) y una reveladora conversación entre el Sr. Williams y Margaret, que es además un gran momento en pantalla que nos conceden sus respectivos intérpretes.

Vivir (2022)

En efectos prácticos, el «rehacer» largometrajes de otras épocas o latitudes tiene siempre la virtud de invitarnos a ver hacia las obras originales que, de uno u otro modo, dejaron viva una llama presta a expandir su fuego; por ejemplo, la que posiblemente sea la película más conmovedora en la filmografía de un legendario director nipón. Y que no se malentienda: Vivir es ciertamente un digno homenaje a Ikiru, a la solidaridad, al carpe diem y a los pequeños actos en pos de un mundo mejor.

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