Un adolescente duerme encima de un caballo blanco en medio de un espacio urbano y desértico; una motocicleta sin conductor salta una barda rodeada de niebla; un murmullo habla de deseos y sueños inconclusos. Estos recursos son parte del imaginario onírico de Los reyes del mundo, la más reciente producción de la cineasta Laura Mora (Pablo Escobar, el patrón del mal, Matar a Jesús), en la que cinco amigos que habitan la violencia y pobreza de Medellín emprenden un viaje para intentar recuperar unos terrenos y así hacerse de un lugar en el mundo.
Del lado de producción la cinta cuenta con figuras como Cristina Gallego (Pájaros de verano) y en la coproducción con la mexicana Regina Solórzano (CEO de Talipot Studio, productora ejecutiva de Anette y Bergman Island); en su recorrido por festivales, esta historia ha cosechado aplausos, y conquistó el máximo premio del Festival de San Sebastián.
En su estreno en México en el marco del Festival Internacional de Cine de , conversamos sobre esta épica punk con Gallego y Solórzano.
¿Cómo llegaron a ser productoras de este proyecto?
Regina Solórzano: La gestión de la película estuvo en las manos de Cris desde un inicio, desde que se empezó a germinar la historia. Y me parece que hace unos dos años empezamos a estar en contacto porque existía la posibilidad de buscar un aliado en México. Fue así como Talipot terminó entrando como coproductora a Los reyes del mundo, con la filosofía de que creo que es importante que nos apoyemos entre casas productoras latinoamericanas. A pesar de ser un proyecto germinado en Colombia, en México tenemos demasiadas similitudes con lo que está sucediendo allá y nos parecía un discurso en común que era importante apoyar.
¿Por qué se buscaba apoyo en México?
Cristina Gallego: En el momento en que entró Regina con Talipot Studio yo estaba viviendo en México, rodando esa serie grandota de Hernán Cortés y Moctezuma que se canceló. Entonces, para mí la vinculación con México es natural, no solamente en términos de coproducción sino también dentro de los afectos y temas que manejamos. A mí me enorgullece poder hacer esto, porque lo que pasa con muchas de nuestras cinematografías es que siempre estamos buscando esos fondos a nivel internacional, en Europa particularmente. Y a mí la idea de vincularnos entre empresas productoras, instituciones, organismos a nivel Latinoamérica pienso que es fundamental para que nuestras cinematografías viajen y se integren con los públicos que tienen mucha sinergia. Yo lo he experimentado, Pájaros de verano (cinta que codirigió) tuvo una recepción increíble en México y una conexión súper fuerte.
Desde la labor que hicieron y desde la experiencia que tienen de películas previas, ¿cómo fueron sosteniendo el trabajo de dirección? Porque se requiere mucha sensibilidad ante los temas de violencia que se tratan en Los reyes del mundo.
CG: Con Laura (Mora) ha habido un proceso de acompañamiento de hombro a hombro. A mí dirigir me ha permitido una cosa que yo no entendía solamente produciendo, y es la fragilidad, la vulnerabilidad, y entender que no siempre sabes. Para mí, durante el proceso de producción, fue generar un sostén que pudiera acompañar a Laura, pero que tuviera también la distancia para dejarla hacer lo que necesitaba hacer. Cuando ella tenía dudas, acompañarla dentro de una producción bien robusta que le diera la confianza, pero también la libertad para explorar y llegar a la película que tenía en la cabeza. Creo que a ella esto la confrontó, porque es una persona de ideas muy fijas y la película todo el tiempo la mandó a una crisis y a despedirse de lo que tenía y abrazar a lo que le traía la vida. Y hablo de la pandemia y muchas crisis que tuvimos que atravesar.
La película empieza en una zona urbana y precarizada y luego continúa en un road trip a regiones con vegetación y neblinas; esto, además de la pandemia, debió tener sus exigencias a nivel de producción. ¿Cuáles fueron y cómo lo resolvieron?
CG: Mientras hacíamos esta película nos dimos cuenta que era como un género que se estaba desarrollando, que era el épico punk. La película junta el realismo con una cuestión muy épica y onírica. Y eso necesitaba unos niveles de producción vastos, absurdos. La cinta empieza en los bajos del centro (de Medellín), desde un punto de vista onírico, sin personas, en un lugar que normalmente está absolutamente poblado por vendedores, tráfico y demás. Toda la película tenía unos niveles estéticos muy complejos, que necesitaban un soporte fotográfico, de equipo y de producción, que logramos balancear desde un lugar en el que Laura se siente más cómoda, que es protegida y rodeada de sus amigos. Pero fue un reto lograr eso porque es una película que corre demasiados riesgos, no solamente trabajar en pandemia, también en un road movie en el que tenemos además protestas sociales con cierres nacionales de carreteras, con unos chicos que llevan a cabo un deporte extremo (gravity bike), que es un deporte suicida, sin dobles de riesgo. Nos la aventamos toda en un nivel de riesgo absoluto para poder cobijar a Laura y explorar esta idea desde la belleza, y lograr lo que necesitaba a nivel estético y fotográfico.
Actualmente se cuestiona mucho que un equipo masculino dirigido por un hombre se encargue de historias de mujeres; en este caso sucedió lo contrario, pues es una película enfocada en un grupo de chicos que buscan recuperar un territorio. ¿Qué fue lo que aportó un equipo de mujeres a esta historia? ¿Cómo se acoplaron las perspectivas?
RS: Creo que ha sido fundamental una especie de balance en el lenguaje de esta película. Al tener todo un equipo de mujeres, que de alguna manera así se construyó, ha sido cuestión de tratar un tema de mucha sordidez y crudeza con una mirada femenina, mucho más compasiva e integradora. Creo que esa es la belleza de este proyecto, que a través de los ojos de Laura se logra una mirada amorosa de una realidad compleja que hay que aprender a voltear a ver. Creo que el componente femenino abre una compuerta de un acercamiento distinto.
CG: Con Laura hemos debatido y nos hemos preguntado mucho sobre estas correcciones políticas y sobre esa idea de que los hombres solo pueden hablar de hombres y ahora las películas que tienen personajes femeninos solo pueden estar dirigidos por una mujer, y así con todas las minorías. Yo siento que esa es una posición que, buscando una corrección política, está muy equivocada; yo siento que las almas son almas. Y podemos trabajar y cuestionar y preguntarnos sobre personajes masculinos o femeninos. Creo que la apuesta más interesante era cómo hablar del problema de desplazamiento, cómo hacerlo desde el lugar de la masculinidad y de las fuerzas patriarcales y que dentro de eso los chicos fueran no solo víctimas sino también actores de esas violencias internas. Respecto al tema de producción, pensando en esa particularidad de que muchas cabezas de departamento éramos mujeres, hubo una premisa que era cómo pasar de las dinámicas piramidales con una estructura basada en el poder a otro tipo de dinámica dentro de la película. Nos planteamos que debíamos cuidarnos, ejercer un rol de cuidador, que a veces nos pesa, pero era necesario hacerlo no solo por el COVID, sino también por los chicos, que son objetivo militar, de guerrillas y de fuerzas del Estado en la zona en la que estábamos. Fue muy particular ver el último día de rodaje y ver a gran parte del equipo llorando porque esto nos había movido unas fibras muy importantes. Estos chicos lograron abrirnos la mirada y el corazón a todo el equipo de rodaje.
Los reyes del mundo (Laura Mora) tendrá estreno comercial en México próximamente, bajo la distribución de Interior XIII.
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